miércoles, 20 de agosto de 2014

CAPITULO 6

La noche más larga



Cuando Pedro y yo terminamos de cenar y me lleva a recoger mi auto. Ahora nos dirigimos a su casa para pasar la noche. Él se detiene detrás de mí en el camino de entrada y apaga su Harley.


Cuando voy a salir de mi auto, Pedro se acerca a mí, poniendo un brazo alrededor de mi espalda, un brazo debajo de mis rodillas y me levanta. Esto me hace reír.


—Joder, eres adorable —dice sonriéndome.

—¿Qué? —le pregunto confundida.


—Cuando ríes, se te arruga la nariz, te ves y suenas malditamente adorable. —No puedo creerlo. El gran malo, el tipo motorista Pedro piensa que soy adorable. 

Me lleva hacia la casa, me deja en el suelo y, me da un beso en la frente.  


—Vete a la cama, cariño. Mañana tienes que levantarte temprano otra vez ―dice, caminando hacia la television en la sala de estar.


—¿Qué vas a hacer? —pregunto.


—Ver la televisión —dice acostándose en el sofá.  

Mientras enciende el televisor con el mando a distancia, le digo : -Buenas noches, Pedro. Sé que lo he dicho antes, pero gracias de nuevo por todo.  


Él murmura :- No hay problema, nena. Ahora ve a poner tu bonito culo, listo para la cama.


Me he dado cuenta de que Pedro no me dice buenas noches a cambio.  

No voy a mentir y a decir que eso no me molesta, porque definitivamente lo hace. Me doy vuelta y camino hacia su habitación para prepararme para ir a cama.


Una vez más hago mis rituales nocturnos y decido usar mis short de encaje rosa y en la parte superior una camiseta sin mangas. Había sentido calor la noche pasada con los pantalones del pijama. Me meto en la enorme y cómoda cama extra-grande.


No soy mucho de dormir, así que decido sacar mi eReader y leer un rato. Realmente estoy inmersa en mi libro, cuando se abre la puerta del dormitorio. Pedro entra en la habitación y coge algo de su cajón de la cómoda, luego se va al baño y cierra la puerta.


Un par de minutos más tarde, emerge con un par de calzoncillos que cabalgan indecentemente bajos en sus caderas. Creo que tengo que recoger mi mandíbula del piso. Él empieza a caminar en dirección a la cama. Oh, Dios mío, ¿qué está haciendo? Llega a la colcha.


— Q…  Qué estás haciendo? —tartamudeo.


—Ir a la cama —responde.


—No, no lo estás.


—Paula, nena. El sofá es una mierda. No hay manera de que jodidamente duerma allí de nuevo.


—¿Y la habitación libre?


—La habitación no es en realidad un dormitorio. Lo convertí en un gimnasio en su lugar.  

—No me importa. No vamos a dormir en la misma cama —le digo en tono de pánico.


—Es mi cama, cielo. Si quiero dormir en ella, voy a hacerlo. Relájate.
No voy a intentar nada contigo. Sólo dormir. Lo prometo.


—Está bien, supongo —le digo, a través de un suspiro.
Pongo mi eReader sobre la mesita de noche y apago la luz. Giro hacia un lado, dando la espalda a Pedro.  


—Buenas noches, nena —dice, dándose la vuelta,agarrando mi barbilla y girando mi cara hacia la de él. Planta un endiablado beso en mis labios. Entonces me deja ir y se gira, así que estamos espalda contra espalda otra vez.


—Buenas noches, Pedro.  


Hay un leve movimiento en la cama y oigo algo que suena como una tela cayendo al suelo. Me tenso. Um, ¿qué fue eso?


Me acuesto a su lado sintiendo el calor de su cuerpo por lo que parece una eternidad. Con el tiempo, su respiración se ralentiza y ronca ligeramente. Me doy la vuelta para mirarlo. 


¡Maldita sea! ¡Incluso sus ronquidos son sexys!


Bajo la mirada y veo la sábana que lo cubre sólo hasta la cintura,muestra su duro y musculoso pecho y abdominales. 


Alzo la sábana por curiosidad, y descubro que Pedro duerme desnudo. ¡Oh Mi Dios! El ruido
era sus bóxer cayendo al suelo. También carga un importante equipo, ¡Es enorme!


Pensaba que el día era largo. La noche iba a ser aún más larga.

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