jueves, 28 de agosto de 2014

CAPITULO 27



Secuela

 
Mis ojos revolotean abriéndose y el brillo de las luces envía un dolor punzante a través de mi cabeza, haciendo que mi estómago se revuelva.  


—Voy a vomitar. —Arrastro las palabras, rodando para mi lado.


Mientras estoy vaciando el contenido de mi estómago, alguien está a mi lado con una papelera. Cuando no queda nada en mi estómago, me acuesto de nuevo y cierro los ojos.  



—Estás bien, cariño. Quiero ver esos hermosos ojos marrones. ¿Puedes abrirlos para mí otra vez? —dice Pedro suavemente en mi oído. Puedo sentir su mano acariciar el lado de mi cara. Lo oigo levantarse y luego agua corriendo. Regresa y presiona un paño frío y húmedo contra mi cara.



Espero unos minutos, mi cabeza doliendo, no sintiéndome del todo lista para abrir los ojos, incluso con la gentil persuasión de Pedro. Finalmente,puse mi mano sobre mi frente para protegerme los ojos de la luz cuando los abro de nuevo. Lentamente los abro y me centro en el rostro lleno en preocupación de Pedro.  



—Hola, preciosa, ¿cómo te sientes? —pregunta.



—Como si acabara de ser golpeada por un tren de carga —le respondo— ¿Qué pasó?



Tan pronto como la pregunta sale de mi boca, los recuerdos asaltan mi cerebro y olvidándome de mis náuseas, me incorporo rápidamente en la cama. Los brazos de Pedro instantáneamente se envuelven alrededor de mi cuerpo y acarician mi espalda, mientras rompo a llorar. Empiezo a temblar y retorcerme, tratando de salir de sus brazos.



No quiero que me toque. Me siento tan sucia. Pedro libera mi cuerpo y se vuelve para mirarme. Aparto la mirada, no queriendo ver el disgusto en su rostro. Toma mi cara entre sus manos y me estremezco al recordar cómo Mateo hizo lo mismo sólo que mucho más rudo.




—Por favor no me toques —susurro todavía temblando violentamente.  


Quiero acurrucarme en él y creer que todo va a estar bien, pero sé que las cosas nunca volverán a ser lo mismo otra vez.



—Shh. Está bien, Nena. No te lastimaré NUNCA —promete.


—Oh Dios, Pedro. Acaso, por favor no. —Sigo llorando—. ¿Acaso él me violó? —tartamudeo, y siento su cuerpo tensarse contra mí. 


—¿Quién es él, Nena? —cuestiona.  


—Fue Mateo, mi ex —susurro.  


—¡Mierda! ¡Debí matar a ese imbécil! Pedro grita, haciéndome estremecer.  


— Lo hizo? Por favor, Pedro, ne… necesito saber —suplico.  


—No lo sé, cariño. El médico no me dirá nada porque no soy de la familia —dice, alisando mi cabello con una de sus manos. Trato de no encogerme lejos de su toque, pero sólo sé que es esto.



—Alex no estaba allí —digo.  


—¿Cómo dijiste? —Puedo sentir la tensión acumularse en su cuerpo de nuevo.



—Alex no estaba esperándome después del trabajo. Salí corriendo en el estacionamiento en busca de ayuda, pero él no estaba allí.  


—¡Mierda! Con todo lo que ha estado pasando, me perdí eso. Él va a responder ante mí.



Mis ojos caen a mi torso y me doy cuenta de sus manos acariciando mi vientre y cadera.


Están vendadas en una gasa y la sangre se está filtrando a través del material. Agarro la mano que descansa sobre mi vientre.  


—¿Qué le pasó a tus manos?  

—No te preocupes por eso, Nena.


—Necesito saber, Pedro. Necesito saber qué pasó —digo.  


—Nena. Por favor.


Pedro. Yo. Necesito. Saber —grito.



—Cuando recibí tu llamada y escuché lo que estaba pasando, llegué allí lo más rápido que pude. Joder, no fui lo suficientemente rápido, Nena lo siento. —Su voz en mi oído era cruda por la emoción.



—Me violó, ¿no es así? —pregunto en un sollozo susurrado.


—Honestamente, malditamente no lo sé. Cuando llegué, él estaba presionado contra ti en el capó del auto. Todo lo que pude ver fue tu falda hasta la cintura y tus bragas estaban en el suelo. Sus pantalones estaban abajo alrededor de sus tobillos. Todo lo que vi fue rojo, así que salté de mi moto y comencé a golpear a ese maldito idiota.



—Él me violó —sollozo.



—No sabemos eso, Nena. Espera hasta que el médico venga, ¿de acuerdo?



—Pero ¿qué si lo hizo? No me vas a querer entonces. —Lloro, temerosa de perderlo. Él es todo lo que me queda.



—Nena, siempre te querré. Nada va a cambiar eso. No importa lo que descubramos, — vamos a salir de esto juntos -dice, tratando de tranquilizarme. Sus palabras suenan tan sinceras, pero no sé si puedo creer en ellas.



El médico entra en mi habitación, agarrando la tabla al final de mi cama.



—Buenas tardes Srta. Chaves, soy el Dr. Stone Ashford. Hemos completado un examen físico completo desde que ha sido ingresada y las lesiones físicas que ha sufrido son una contusión, algunos moretones de menor importancia en los brazos, las caderas y algunas costras en la nuca debido a que su cabello fue jalado. Estuvo inconsciente durante casi dieciocho horas debido a la conmoción cerebral, así que recomiendo quedarse la noche en observación, por si acaso hay algún problema subyacente. El Departamento de Policía de Del Mar nos contactó y debido a las circunstancias de su ataque, se realizó un examen de violación para determinar si un asalto sexual...


Lo interrumpí.  


—¿Me violó?



El Dr. Ashford baja la mirada en mi expediente, luego la levanta,bloqueando sus ojos en los míos.



—De acuerdo con los resultados del examen, no hemos encontrado evidencia de un asalto sexual.



—¿Está seguro? —le pregunto con incredulidad.



—No había señales de desgarro o hematomas en sus paredes vaginales que pudieran indicar que se había producido un asalto sexual. Estoy al cien por cien seguro de que no fue violada, Srta. Chaves.



Con eso, yo, literalmente, me derrumbé. Llorando incontrolablemente en el pecho de Pedro, mientras sus manos frotan mi espalda tratando de calmarme.



—Enviaré a la enfermera con la medicación para su dolor y las náuseas.
Y estaremos comprobándola cada hora hasta que le den de alta. ¿Tiene alguna pregunta antes de irme? —ofrece El Dr. Ashford.



Sacudiendo la cabeza dolorida, le digo—: No. Gracias Dr. Ashford Estoy bien.



—Está bien, la veré en una hora —dice sonriéndome. Se da la vuelta y sale por la puerta hacia la sala de enfermería, al final del pasillo.



—Nena, no te tocó. Llegué a tiempo. Gracias a Dios —murmura Pedro contra mi boca, y me dio un suave beso en los labios.



—Estaba tan segura que Mateo me había violado. Lo último que recuerdo antes de ser noqueada era a él gritando en mi oído que había invertido tres años para conseguirme. ¡Por fin iba a cobrarse lo que era suyo y que iba a disfrutarlo!



Recordando la forma en que su cuerpo se presionó contra mí antes de que me noqueara. Siento una oleada de náusea golpear mi cuerpo. 


- Definitivamente ojala hubiera matado a ese hijo de puta —sisea Pedro, curvando sus manos en puños. 


Sigo explicándole a Pedro sobre toda la dura experiencia con Mateo. Una vez que termino, él me cuenta como condujo hasta allí y como vio a Mateo sobre mí en el auto. Estaba esperando ver a Bruno cuando se detuvo. En su
furia, atacó a Mateo a puñetazos y dijo que le hubiera cortado la garganta, si Diesel no hubiera aparecido cuando lo hizo.
Después de quitarle el puñal a Pedro y calmarlo, Diesel le dijo que viera por mí, luego llamó a la policía y 911.
Ellos le permitieron ir en la ambulancia conmigo y mientras un EMT me atendía, el otro atendió las manos de Pedro. Una vez que sus lesiones fueron tratadas, los policías lo llevaron a la comisaría para interrogarlo.
Estuvo allí durante horas antes de ser puesto en libertad; todo el tiempo lo estaba matando no saber lo que me pasó.
Mientras Pedro está terminando de contarme las secuelas de su ataque a Mateo, su celular comienza a sonar. Baja la mirada a la pantalla y frunce el ceño. Respondiendo dice—: Más vale que esto sea bueno. —Escucho en su
conversación para tener una idea de quién está en el teléfono, pero Pedro no dice mucho más que sí y no. Se desconecta sin siquiera decir adiós.



—¿Quién era en esa llamada? —le pregunto.


—Era uno de los cerdos que me llevaron para interrogarme —responde.



Pedro procede a decirme que Mateo fue tratado en un hospital de la vecina localidad de Solana Beach. Cuando volvió en sí, reconoció rápidamente las amenazas y el asalto a mí, a la policía.
Será transportado a la cárcel de San Diego, donde estará detenido hasta que tenga que comparecer ante el tribunal para su comparecencia.
Según Pedro, los policías le dijeron que será procesado en el tribunal en dos días y como Mateo se declaró culpable, será sentenciado por el juez.  


No voy a tener que soportar un juicio. Gracias a Dios.
Mientras termina de decirme todo, una enfermera entra con mi medicación. Pedro me da un vaso de agua para tragar las pastillas cuando el Dr. Ashford entra en la habitación de nuevo. Estoy bastante segura que una hora no ha pasado aún. 


—Bueno, acabo de recibir algunos resultados más de la prueba. Todo se ve bien, pero hay algo. Voy a tener que insistir en que no tome el medicamento para el dolor —dice, lo que me pone nerviosa y mi cuerpo se tensa.



Pedro me siente tensarme y apresura al médico.
—Escúpalo de una vez, doctor.



—Parece que estás embarazada, Srta. Chaves. Felicitaciones.



Fue entonces cuando siento el cuerpo de Pedro ponerse rígido y no en el buen sentido.



—Eso no puede ser. Estoy tomando la píldora —le digo sin poder creer lo que estoy oyendo.



—El médico que le recetó la píldora anticonceptiva le habría explicado que como cualquier otro método anticonceptivo, nada es cien por ciento eficaz. El laboratorio administra tanto un análisis de sangre como de orina.
Ambas pruebas resultaron positivas. Usted está definitivamente embarazada, Srta. Chaves —confirma.



—Oh —le digo en estado de shock.



—Le he programado una cita la próxima semana con uno de los obstetras en el personal. Ella va a determinar el régimen para la  atención prenatal y qué tan avanzado está su embarazo. —Me entrega una tarjeta con el nombre de la doctora, mi hora de la cita escrita en ella. Dr. Ashford toma los medicamentos de la mesa de lado, nos deja solos a Pedro y a mí de nuevo.



Esto no puede estar pasando. Bajando la mirada a la tarjeta de nuevo,me doy cuenta de que esto es. Sé que yo pensaba en cuanto a estar casadacon Pedro y tener cinco hijos, pero no esperaba empezar a trabajar en la parte de los niños tan pronto.


Mi mirada cae sobre Pedro, se ve como si estuviera en estado de shock también.



Pedro, no sé qué decir —le digo en voz baja. Puedo sentir las lágrimas empezar a brotar de mis ojos de nuevo.



—No hay nada que decir, Nena. Yo te embaracé. Eso lo explica todo — contesta. 



Ummm. Bueno, no es la manera más agradable de describirlo, pero da igual.  

—¿Estás bien con esto? —pregunto nerviosamente.  


—Sip —dice, y me sonríe débilmente. Sip. Eso no es exactamente la reacción que esperaba. A pesar de que esta es la última cosa que había planeado, estoy como emocionada y feliz de saber que estoy embarazada de Pedro.



—Me tengo que ir en un minuto. Llamé a Pato, después de ser liberado en la comisaría. Obviamente, ella se asustó y quería estar aquí. Ella y Karen tienen reserva en el vuelo más próximo que pudieron encontrar y estarán aquí en una hora. Voy a ir a recogerlas en el aeropuerto —me dice Pedro.



Se sienta en el borde de la cama, y dándome un beso rápido en la sien, diciendo que me verá más tarde, se levanta y se va.



Justo después que Pedro se va, el Dr. Ashford entra en mi habitación con dos detectives de la policía para obtener mi declaración. Accedo, dando la información que puedo recordar.

CAPITULO 26



El Ataque

 
-Hola, guapo, estoy saliendo de la escuela, ¿quieres que
vaya allí o que te vea en la casa? - pregunto.


-Umm, creo que deberías verme en casa y algo sorprenderme con sexy cuando llegue allí - contesta entusiasmadamente.


- ¡Me gusta! ¡Te veré pronto! Te amo.


Me dice que también me ama y cuelga. Mientras me pregunto qué clase de diversión podríamos tener Pedro y yo esta noche que compita con el caliente y loco sexo que tuvimos ayer, escucho y siento algo contra mi cuello, como si alguien respirara sobre mí. Me doy la vuelta y me encuentro cara a cara con la última persona que esperaba ver.


Mateo.


¡MALDITA SEA! Pienso.


- ¡Dios, Mateo! Me has asustado.-  Me estremezco. Me siento muy incómoda con esta situación. Algo no está bien aquí.


- Lo siento no quería asustarte - dice suavemente.


- ¿Qué haces aquí? - pregunto. Mateo debería estar en Nueva York, no aquí en Del Mar.


- Vine por ti Paula. Te extraño y aun te amo - dice solemnemente.


- ¿A qué te refieres Mateo? Terminamos hace meses, seguí adelante - le espeto.


- Sí. Me di cuenta. Has bajado mucho tus estándares, sexy - dice.


- Perdon? De donde… - me detiene a mitad de la frase.  


- ¡Cállate Paula! - grita haciéndome saltar - Vine a este maldito pueblo para llevarte de regreso. He renunciado a un magnífico puesto en Nueva York y tomado este estúpido trabajo de profesor sustituto, para poder estar contigo. Y cuando llego, encuentro tu casa vacía. Entonces descubro que estás viviendo en los suburbios con algún piojoso que no te deja fuera de su vista. Pero ahora tengo mi oportunidad - dice amenazante, empujándome hacia atrás contra algunos casilleros.



- No te pedí que dejaras tu trabajo por mí, Mateo. Y seguro que no te pedí que vinieras a vivir aquí. Eso fue cosa tuya - respondo muy nerviosa.


Como si no me oyera, Mateo continuó.


- ¿Quién crees que tomó esa sexy bata tuya? ¿Cuántas veces me he hecho una paja mientras huelo tu esencia? ¿Quién te dejó los mensajes en la pizarra y el coche? ¿Quién más te enviaría flores a la escuela? Te habría tomado esa noche que corrías por la calle, pero los niños nos interrumpieron. Eres mía Paula y no voy a dejarte ir ahora. Ya es hora de que te des cuenta - tiene una aterradora mirada de excitación en sus ojos, dándome ganas de correr.


Oh. Dios mío. Todo este tiempo creyendo que era Bruno, pero en realidad fue Mateo.

 
- ¿Mateo qué haces? Estoy con Pedro, las cosas no funcionaron entre nosotros y lo sabes. Siento haberte herido, pero quiero a Pedro y estamos juntos - le digo, echándome hacia atrás cuando se mueve más cerca con una mirada de desquiciado.  


Una de sus manos sube y agarra con rudeza uno de mis senos.  
- ¡Detente! ¡Te juro que gritaré! - digo precipitadamente. 

- No hay nadie aquí Paula. Nadie te oirá. - ¿De qué está hablando? ¿Esto está sucediendo? Estoy demasiado asustada.


- Ahora voy a follarte contra la pizarra, justo como él lo hizo.

Diciendo eso se acerca y sus manos empiezan a recorrer mi cuerpo.  


Subo mi rodilla tan rápido y duro como puedo, conectándola con sus bolas.


Mi pie baja y piso fuerte en su zapato con el tacón y corro tan rápido como puedo.


Corro por el corredor, dándome cuenta de que durante toda esta locura llevaba el celular en la mano y Pedro está en marcación rápida. Mientras vuelo por las escaleras, soy capaz de llamarlo. Mirando atrás, veo a Mateo siguiéndome, grito en los silenciosos pasillos de la escuela. Alcanzo la puerta y Mateo empuja mi cuerpo contra ésta moliéndose contra mi espalda.


- Aléjate de mí, por favor - suplico queriendo que me deje ir y olvidar que todo esto está sucediendo.


- Mira lo que has hecho. Ahora debo arrastrar este precioso y pequeño trasero tuyo de regreso a la clase, para así poder hacértelo. Prometo que lo disfrutarás. Aunque debería ser rudo por ese pequeño tropiezo que desplegaste.


Estoy temblando ahora y petrificada.


- Está bien - digo en voz baja, esperando que baje su guardia.  

- Vamos, sexy. Hagámoslo - dice, luciendo una sonrisa demente. Noto que se relaja y doy un giro con mi codo para clavárselo en la nariz.


Tropieza hacia atrás conmocionado, consiguiendo tiempo suficiente para pasar por las puertas de la escuela y correr al estacionamiento.


Alex debería estar esperándome, pero el lugar está vacío a excepción de mi coche. Corro tan rápido como puedo, deseando conseguir la seguridad en su interior, pero llevo tacones y uno se hunde en un bache, haciéndome tropezar y caer. Trato de levantarme y seguir corriendo, pero antes de que tuviera la oportunidad Mateo me levanta tirándome del cabello. Grito por el dolor, de hecho lo siento arrancar algún mechón de la parte de atrás de mi cabeza con su agarre. Me arrastra hacia mi coche y me lanza sobre el capó.  


- Iba a ser amable contigo… - Deja esa frase colgando, para que sepa que esto no será bueno. Mateo nota el celular en mi mano y me lo quita.


Lo lanza al suelo, destrozándolo. Espero que Pedro haya recibido mi llamada. Me retuerzo y serpenteo, esperando poder alejarme, pero él ya lo esperaba.


- Mateo, por favor no hagas esto - le suplico.


- ¡Cierra la maldita boca, Paula! - habla bruscamente, frotando su cuerpo y erección contra mí.


Me da la vuelta para que mi espalda este contra su pecho y me empuja hacia abajo sobre el capó del coche. Se inclina y siento el peso completo de su cuerpo en mi espalda.


Dejo salir un gemido desolador, esperando que eso lo detenga y vea lo que me está haciendo. Este es un Mateo que no sabía que existía. El Mateo que conozco es suave, gentil y amable. Nunca me haría daño. ¿Qué le ha pasado? 

Estoy luchando para lograr salir de debajo de él, cuando toma el dobladillo de mi falda y lo desgarra, subiéndola por mis muslos y presionándola alrededor de mi cintura. Cuando la tiene donde quiere, Mateo comienza a mover sus manos entre mis piernas.


- Oh Dios, Mateo. Por favor no - lloro, aun tratando de hacer que se sensibilice.


- Estuve empalmado por ti tres jodidos años y no me diste nada. No eras más que una calienta pollas. Me lo debes - sisea .- Te follaré tan duro que nunca me olvidarás. Me perteneces, Paula - sisea en mi oreja.


- Tú no eres mi dueño, Pedro lo es. ¡Le pertenezco a él! - grito.  


Su mano libre cae a mi cadera y agarra el lado de mis bragas, rasgándolas para que se deslicen por mi pierna. 


Tomo ese momento para empezar a luchar tanto como puedo, tratando desesperadamente de liberarme. No puedo creer que esto esté sucediendo. El Mateo con el que estuve en una relación por tres años va a violarme. No hay forma de que permita que esto suceda. Trato de retorcer mi cuerpo, así podría patearlo en las bolas de nuevo, pero agarra de nuevo mi cabello y jala, haciéndome llorar del dolor. Me las arreglo para girar la cabeza y mirarlo a los ojos. Todo lo que puedo ver es ira irradiando de todo su cuerpo.


- Esto va a ser muy divertido - su voz susurrante contra mi cuello.


Puedo sentir su erección presionar entre mis muslos.  


- ¡No! - grito.


Mis manos instintivamente se mueven entre mis piernas tratando de mantenerlo fuera. Mientras lo hago, Mateo aprieta más fuerte y con un fuerte tirón empuja y golpea mi cabeza contra el auto y todo se vuelve negro.