jueves, 28 de agosto de 2014

CAPITULO 26



El Ataque

 
-Hola, guapo, estoy saliendo de la escuela, ¿quieres que
vaya allí o que te vea en la casa? - pregunto.


-Umm, creo que deberías verme en casa y algo sorprenderme con sexy cuando llegue allí - contesta entusiasmadamente.


- ¡Me gusta! ¡Te veré pronto! Te amo.


Me dice que también me ama y cuelga. Mientras me pregunto qué clase de diversión podríamos tener Pedro y yo esta noche que compita con el caliente y loco sexo que tuvimos ayer, escucho y siento algo contra mi cuello, como si alguien respirara sobre mí. Me doy la vuelta y me encuentro cara a cara con la última persona que esperaba ver.


Mateo.


¡MALDITA SEA! Pienso.


- ¡Dios, Mateo! Me has asustado.-  Me estremezco. Me siento muy incómoda con esta situación. Algo no está bien aquí.


- Lo siento no quería asustarte - dice suavemente.


- ¿Qué haces aquí? - pregunto. Mateo debería estar en Nueva York, no aquí en Del Mar.


- Vine por ti Paula. Te extraño y aun te amo - dice solemnemente.


- ¿A qué te refieres Mateo? Terminamos hace meses, seguí adelante - le espeto.


- Sí. Me di cuenta. Has bajado mucho tus estándares, sexy - dice.


- Perdon? De donde… - me detiene a mitad de la frase.  


- ¡Cállate Paula! - grita haciéndome saltar - Vine a este maldito pueblo para llevarte de regreso. He renunciado a un magnífico puesto en Nueva York y tomado este estúpido trabajo de profesor sustituto, para poder estar contigo. Y cuando llego, encuentro tu casa vacía. Entonces descubro que estás viviendo en los suburbios con algún piojoso que no te deja fuera de su vista. Pero ahora tengo mi oportunidad - dice amenazante, empujándome hacia atrás contra algunos casilleros.



- No te pedí que dejaras tu trabajo por mí, Mateo. Y seguro que no te pedí que vinieras a vivir aquí. Eso fue cosa tuya - respondo muy nerviosa.


Como si no me oyera, Mateo continuó.


- ¿Quién crees que tomó esa sexy bata tuya? ¿Cuántas veces me he hecho una paja mientras huelo tu esencia? ¿Quién te dejó los mensajes en la pizarra y el coche? ¿Quién más te enviaría flores a la escuela? Te habría tomado esa noche que corrías por la calle, pero los niños nos interrumpieron. Eres mía Paula y no voy a dejarte ir ahora. Ya es hora de que te des cuenta - tiene una aterradora mirada de excitación en sus ojos, dándome ganas de correr.


Oh. Dios mío. Todo este tiempo creyendo que era Bruno, pero en realidad fue Mateo.

 
- ¿Mateo qué haces? Estoy con Pedro, las cosas no funcionaron entre nosotros y lo sabes. Siento haberte herido, pero quiero a Pedro y estamos juntos - le digo, echándome hacia atrás cuando se mueve más cerca con una mirada de desquiciado.  


Una de sus manos sube y agarra con rudeza uno de mis senos.  
- ¡Detente! ¡Te juro que gritaré! - digo precipitadamente. 

- No hay nadie aquí Paula. Nadie te oirá. - ¿De qué está hablando? ¿Esto está sucediendo? Estoy demasiado asustada.


- Ahora voy a follarte contra la pizarra, justo como él lo hizo.

Diciendo eso se acerca y sus manos empiezan a recorrer mi cuerpo.  


Subo mi rodilla tan rápido y duro como puedo, conectándola con sus bolas.


Mi pie baja y piso fuerte en su zapato con el tacón y corro tan rápido como puedo.


Corro por el corredor, dándome cuenta de que durante toda esta locura llevaba el celular en la mano y Pedro está en marcación rápida. Mientras vuelo por las escaleras, soy capaz de llamarlo. Mirando atrás, veo a Mateo siguiéndome, grito en los silenciosos pasillos de la escuela. Alcanzo la puerta y Mateo empuja mi cuerpo contra ésta moliéndose contra mi espalda.


- Aléjate de mí, por favor - suplico queriendo que me deje ir y olvidar que todo esto está sucediendo.


- Mira lo que has hecho. Ahora debo arrastrar este precioso y pequeño trasero tuyo de regreso a la clase, para así poder hacértelo. Prometo que lo disfrutarás. Aunque debería ser rudo por ese pequeño tropiezo que desplegaste.


Estoy temblando ahora y petrificada.


- Está bien - digo en voz baja, esperando que baje su guardia.  

- Vamos, sexy. Hagámoslo - dice, luciendo una sonrisa demente. Noto que se relaja y doy un giro con mi codo para clavárselo en la nariz.


Tropieza hacia atrás conmocionado, consiguiendo tiempo suficiente para pasar por las puertas de la escuela y correr al estacionamiento.


Alex debería estar esperándome, pero el lugar está vacío a excepción de mi coche. Corro tan rápido como puedo, deseando conseguir la seguridad en su interior, pero llevo tacones y uno se hunde en un bache, haciéndome tropezar y caer. Trato de levantarme y seguir corriendo, pero antes de que tuviera la oportunidad Mateo me levanta tirándome del cabello. Grito por el dolor, de hecho lo siento arrancar algún mechón de la parte de atrás de mi cabeza con su agarre. Me arrastra hacia mi coche y me lanza sobre el capó.  


- Iba a ser amable contigo… - Deja esa frase colgando, para que sepa que esto no será bueno. Mateo nota el celular en mi mano y me lo quita.


Lo lanza al suelo, destrozándolo. Espero que Pedro haya recibido mi llamada. Me retuerzo y serpenteo, esperando poder alejarme, pero él ya lo esperaba.


- Mateo, por favor no hagas esto - le suplico.


- ¡Cierra la maldita boca, Paula! - habla bruscamente, frotando su cuerpo y erección contra mí.


Me da la vuelta para que mi espalda este contra su pecho y me empuja hacia abajo sobre el capó del coche. Se inclina y siento el peso completo de su cuerpo en mi espalda.


Dejo salir un gemido desolador, esperando que eso lo detenga y vea lo que me está haciendo. Este es un Mateo que no sabía que existía. El Mateo que conozco es suave, gentil y amable. Nunca me haría daño. ¿Qué le ha pasado? 

Estoy luchando para lograr salir de debajo de él, cuando toma el dobladillo de mi falda y lo desgarra, subiéndola por mis muslos y presionándola alrededor de mi cintura. Cuando la tiene donde quiere, Mateo comienza a mover sus manos entre mis piernas.


- Oh Dios, Mateo. Por favor no - lloro, aun tratando de hacer que se sensibilice.


- Estuve empalmado por ti tres jodidos años y no me diste nada. No eras más que una calienta pollas. Me lo debes - sisea .- Te follaré tan duro que nunca me olvidarás. Me perteneces, Paula - sisea en mi oreja.


- Tú no eres mi dueño, Pedro lo es. ¡Le pertenezco a él! - grito.  


Su mano libre cae a mi cadera y agarra el lado de mis bragas, rasgándolas para que se deslicen por mi pierna. 


Tomo ese momento para empezar a luchar tanto como puedo, tratando desesperadamente de liberarme. No puedo creer que esto esté sucediendo. El Mateo con el que estuve en una relación por tres años va a violarme. No hay forma de que permita que esto suceda. Trato de retorcer mi cuerpo, así podría patearlo en las bolas de nuevo, pero agarra de nuevo mi cabello y jala, haciéndome llorar del dolor. Me las arreglo para girar la cabeza y mirarlo a los ojos. Todo lo que puedo ver es ira irradiando de todo su cuerpo.


- Esto va a ser muy divertido - su voz susurrante contra mi cuello.


Puedo sentir su erección presionar entre mis muslos.  


- ¡No! - grito.


Mis manos instintivamente se mueven entre mis piernas tratando de mantenerlo fuera. Mientras lo hago, Mateo aprieta más fuerte y con un fuerte tirón empuja y golpea mi cabeza contra el auto y todo se vuelve negro.

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